De envejecimientos a envejecimientos...

martes, 12 de mayo de 2009

Dietas interminables, ejercicios dignos de matar a cualquiera que no posea los super poderes del mismísimo Superman, cirugías sorprendentes y cremas que nos prometen rejuvenecernos 10 años en tan sólo una semana, se han vuelto parte de nuestra rutina diaria...todo para vernos bien y sentirnos cada vez "mejor"...
A mis 26 años, se me ha vuelto costumbre: revisarme en el espejo detalladamente y analizar mis nuevas líneas de expresión, subirme a la báscula una vez por semana (debo evitar subir a diario), usar cremas humectantes y reafirmantes en todo el cuerpo, mantener mis manos siempre bien presentables (nunca dejar que se resequen), usar pantalla solar para evitar manchas futuras, hacer ejercicios que me prometen que mis carnes se mantendrán en su lugar, en fin...todo sea por mantener la juventud en mí...
Pero como todo buen hábito existen sus pros y contras, hubo un tiempo en el que no me permitía comer un pedazo de chocolate por miedo a ganar peso, en ese mismo lapso, al despertar lo primero que hacía era subirme a la báscula y anotar cada gramo ganado o perdido, que si ya se acercaba mi fecha de cumpleaños y cada día es un metro más hacia los 30, que si tengo kilos de más parezco tener más edad, que si la línea que se forma desde la base de mi nariz hacia la comisura de la boca cada vez se marca más y la única solución es dejar de sonreír...un caos total...
Hasta que un día paseando por la playa, sumida en mi depresión por tener sobrepeso, una línea de expresión que no se va y no sentirme libre de este cuerpo, me detuve a observar a 3 señoras de origen canadiense, bastante pasadas de peso, bastante arrugadas pero sobretodo, bastante felices, ahí estaban ellas, enfundadas en trajes de baño de colores vivos, asoleandose sin pena ni gloria, con cerveza en mano, una de ellas se levantó de su sillita con algo de trabajo y corrió torpemente hacia la orilla del mar mientras las otras dos se reían alegremente y la seguían...
Ahí estaban ellas, pasando el momento felizmente, sin preocupaciones, sin restricciones, y del otro lado estaba yo, preocupada, deprimida y reprimida, ellas a pesar de pasar de los 60 años y de estar obesas, arrugadas y colgadas, estaban aprovechando el día como si tuviesen 18; y yo con 24 años parecía tener 80 años, quejándome de un cuerpo modificable, de una piel que mis amigas envidian y de un sinfin de detalles que en ese momento parecían ser del tamaño del Opera House...
En ese momento entendí que la vejez sí se lleva en el alma...en ese momento decidí que a pesar de mis defectos tenía que aprender a quererme, porque mi idea era que yo iba a ser feliz si llegaba a pesar 50 kilos, que iba a ser feliz si tenía una piel de porcelana, que iba a ser feliz teniendo una melena digna del león de la Metro Goldwin Mayer, pero hasta que no tuviese eso no sería feliz...y pensé que tal vez no lo lograría y entonces nunca sería feliz, o que ¿debería llegar a los 60 años para empezar a serlo?...no...
Hasta ahora cada día para mí es un ejercicio mental en el que tengo que aclarar mis ideas en cuanto al tiempo y su paso por mi, quiero ser joven físicamente, pero no me quiero torturar para serlo, quiero mantener la juventud que hay en mí por mucho tiempo, y para que eso pase, la única manera sencilla de hacerlo es aceptarme como soy y empezar a jugar más con lo que tengo...aún cuando no es sencillo hacerlo...es cuestión de tiempo entenderlo.
Miss Moon.
P.D. Gracias a Enebea por la sugerencia del tema...dejen sus comentarios y sugerencias para futuros blogs, besos y buena semana!